martes, 20 de marzo de 2012

El día de la despedida de esta playa de mi vida.




Hoy dimos un largo paseo. El paseo marítimo estaba desierto, tú reías. La brisa jugaba al escondite con mi blusa. Compramos dos cucuruchos, el mío de vainilla, el tuyo de fresa. En seguida me pringué la nariz, llena de helado. Paramos en una fuente. El agua estaba ardiendo. Mientras me lavaba, te reías. Te salpiqué. Me salpicaste. Nos empapamos. Sentados en un banco nos secamos, viendo pasar a las gaviotas.
Nos acercamos al mar. Yo sólo quería mojar mis pies. Tú me empujaste, me caí. Te arrastre, caíste conmigo. Sentados en la orilla, riendo, volvimos a empaparnos. Mi blusa se había vuelto pesada. Salí del agua y la extendí sobre la arena. El viento me la quitó. Tú, valiente caballero, saliste corriendo para rescatarla. La atrapaste, la extendiste, pusiste mi sandalia encima y volviste conmigo. A lo lejos sonó el timbre de una bicicleta de alquiler. Te sentaste. Me tiré sobre ti, y te llené de arena. Me llenaste tú a mí. Reimos.
Y allí estábamos, tumbados en la playa de mi vida. El sol, ladrón como su hermano el viento, nos robó la humedad de la piel, y se fue a dormir. Miraste el reloj. Era tarde. Debías marcharte. Te acompañé hasta tu casa.
- Adiós
- Adiós

Lo malo de esta vida es que siempre hay que despedirse.

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