lunes, 4 de noviembre de 2013

Pero pienso, luego aún existo.




Pienso, luego existo.
¡Cuánto pienso!
Cuanto más pienso, ¿más existo?
Si existo, y no pienso, ¿no estoy un paso más cerca de dejar de existir?
Porque, ¿quién, habiendo pensado, renunciaría a hacerlo? Sólo los muertos, y quizá los cobardes, aunque no hay nada en el hecho de pensar que lo limite a los valientes. Pero claro, eso no lo sabe todo el mundo…

Pienso, pero no por pensar más seré mejor. La calidad, y no la cantidad, de pensamientos es la clave para una mejor existencia, si bien es cierto que cuanto más pensamientos se compongan en la cabeza de alguien, más posibilidades hay de encontrar en alguno de ellos la genialidad (claro que también se generarán un mayor número de pensamientos de relleno, sin valor, o incluso contraproducentes).

¿Conclusión? Pensar. Pensar mucho. Pensar mucho y con cautela. Pensar pensando en qué se piensa, y haber pensado lo suficiente para desechar lo pensado si no merece la pena. Pero ante todo, pensar. Pensar para vivir, pensar para no morir, pensar para seguir siendo.


Nos reímos solos, nos reímos con ganas, 
no nos da la gana de ponernos serios, de ponernos, de ponernos serios.


http://www.youtube.com/watch?v=0D6HDxc0bUc

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