miércoles, 22 de enero de 2014

Diciembre se mantuvo en silencio.




Qué cosas, ¿cierto?

No he dado muestras de estar viva durante mi mes favorito más por vagancia que por alguna otra razón de peso, claro que moviéndome en los círculos en los que me muevo, la vagancia ES una razón de peso. Pese a mi silencio, no he dejado de hacer cosas. Entre ellas, por ejemplo, cumplir años, así que ya soy oficialmente un individuo adulto, libre y responsable que a pesar de todo sigue teniendo problemas al cortarse las uñas de la mano derecha y con los finales con beso.

En fin, fue mi cumpleaños y tuve muchos regalitos maravillosos: combustible para el vicio, un reloj que se siente metrónomo, una botella de Licor 43 (cortesía de mi madre, por mucho que os cueste creerlo) y mis autorregalos, fantabulosos, adorabilérrimos, mosnísimos, etc, etc, a saber:


NOTA: he de resistirme, lo sé, pero la tentación es tan fuerte... y es que después de un "a saber", ¿quién sería el muggle capaz de no poner Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin? (¡No, Slytherin no!)

En fin, estos tres regalos (a los que espero que en breve se unan Vices and Virtues, A Fever You Can't Sweat Out, Danger Days, un disco por determinar de Arctic Monkeys y quizá también Tired of Hanging Around, de The Zuttons) llevan días sonando a todo trapo en mi minicadena, que conseguí arreglar gracias a un calcetín y a una acampada en el suelo de mi habitación, y ahora mis padres me miran con cierto recelo cada vez que entro en el baño arrastrando los altavoces. Lavarse el pelo es para mí una tarea larga y tediosa y ¿qué mejor que un Mama en el momento del enjabonado, o un Folkin' Around durante el golpe de agua fría? Este chute de adrenalina musical me ha hecho llegar a la conclusión de que en mi futura morada ha de haber sin duda alguna un sistema integrado de hilo musical. Lo he consultado con mi señor padre que, además de reírse de mí, me ha asegurado que el precio no puede ser muy elevado, así que añadido está a la larga lista de elementos indispensables para mi supervivencia.

Además de la agotadora tarea de cumplir años, he leído. No tanto como debiera, pero aún me queda semana y media de vacaciones que pienso aprovechar para rematar mis autoimpuestos deberes literarios (la saga de Otherland, principalmente, y quizá releer El Señor de los Anillos). En las siguientes entradas me gustaría hablaros un poco más de tres libros concretos (no, no pienso volver a caer en el "a saber", no conviene forzarme demasiado):


Cada uno con sus vicios y virtudes, han sido lecturas agradables. Más noticias, espero, próximamente.

De lo último que quería hablaros en esta entrada de puesta al día es de sueños. Quizá sea el extenso tiempo de ocio del que dispongo, quizá la cantidad ingente de horas que duermo, no lo sé, pero en estos últimos días me han visitado una serie de sueños que recuerdo con aceptable claridad, tanta que creo que sería capaz de reconstruirlos, y rellenar los huecos como me de la gana, y ponerlos aquí en forma de relatos cortos algo surrealistas. Sin embargo, el mérito de dichos relatos no sería sólo mío, también de mi subconsciente, que como últimamente va por libre no puedo considerar ya parte de mí. Así que os añado una escueta lista de lo que podrían ser títulos de relatos próximos, para evitarme futuras reclamaciones de derechos de autor por su parte:

- Los huevos del tiburón piojo.

- La boda que no fue boda.

- Vértigo en el museo.

(Lástima que no haya imágenes con qué ilustrar estos títulos. Quizá con imágenes parecerían menos disparatados)

Me despido por hoy, queridos lectores, con un saludo especial a mi mamá, siempre la primera (o casi) en hacer el esfuerzo de leer mis entradas, aunque no le gusten para nada. La próxima será mejor, probablemente, si es que llego a escribirla.

[Inserten ustedes mismos una emotiva conclusión, hoy a mí no me sale]



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