Tu pelo negro, negro de pupilas que me miran y me siguen, y mirando hacia arriba todo está apagado. Ni la luna ni sus
estrellas salieron esta noche. Tenían planes, dijeron, pero ahora gritan y
nadie las oye, y chocan y caen como granos de arena en un reloj. Ahora la
noche no brilla y el día nos ciega, y una primavera enfurecida juró no venir ya
nunca más.
Tu pelo negro, negro como el luto, me dijo "hasta la
última gota", y yo obedecí. Hasta la última gota, también, llovieron
lágrimas que medio vaciaron el vaso. Ahora sólo queda un mar que a veces es
charco, a veces profundo y otras trivial.
Tu pelo negro, como la boca del lobo que sopló y me dejó sin
techo, ¡menudo genio! Siempre supe que acabaría cosido a tus pies, o en una lámpara
colgado de tu cuello. Ahora sólo quedan las palmas, palmas en mis oídos, mi
boca, mi vientre, que retumban por las calles, por las venas, que prenden mi
corazón.
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