sábado, 4 de agosto de 2012

¿Y?




Mira a ese mecánico alemán, de ojos claros y sonrisa tímida. Ya me ha dicho cinco veces como se dice rueda, y me lo repetirá una sexta si yo se lo pido. A parte de mi profunda estupidez, es que no quiero que se vaya.

Ja, Herr Mechanisch, el problema es mucho más grave de lo que parece. Tenemos un reventón en la delantera derecha, y ya no hay nada que hacer. Cámbieme usted la rueda, si quiere, pero por Dios deje de bajar la vista cuando estoy delante. La goma no tiene remedio, pero la llanta sobrevivirá, ¡dígame que lo hará! Era tan joven y tenía tantos kilómetros por delante... El apuesto mecánico te ayudará, no desesperes. Anda que no hemos tenido suerte, porque el de al lado me mira con cara de violador.

Y ahora, papá, ahora que estamos a 2000 Km de Überlingen, no fastidies con que necesitas otro taller oficial de Volkswagen. Si quieres una rueda de las de verdad, si quieres desayunarte la de galleta mañana, llévame de vuelta al lago Constanza, donde encontré mi piedra, donde encontramos esperanza. Mi amigo con mono gris y dientes como perlas me estará esperando, y me dirá por enésima vez que rueda en alemán se dice Rad. Y yo volveré a pensar "joder, no es tan difícil", pero hey, esto va mal, es de lo único que le puedo hablar.

Son 100 euros, 96 por ser tú, guapa, ¿y quién me explica a mí ahora por qué he chupado tanto asfalto para llegar aquí, encontrar una pulsera, dormir en el coche y volver a mi vida?

No, señorito, no. Ahora te vienes tú conmigo, menudo partidazo, trabajo y coche, o eso intuyo. Ni se te ocurra quedarte en Baviera, que aquí el agua sabe a triste, que aquí beber te deja la boca seca. ¿La edad? No es un problema, de momento, aparentas uno menos, dos si me apuras, tres si te miento.

¿No vienes? Ahí te quedas, mono, me voy con el de la gasolinera, que aunque el rubio no es mi tipo hay que ver como ha dejado de limpito el suelo, que da gusto. Y a este, con unas patatas barbacoa, le conquisto en un plisplás, que ya se sabe que los franceses mueren gustosos por amor, y este es un francés de los de pura cepa, te lo digo yo aunque no tengo ni idea.

Te lo advierto, ese de la pseudofurgo blanco-fantasma me ha guiñado el ojo, y el tío que toca el trombón me ha dedicado este baile, así que espabila, niño, que por muy cuidadoso que seas con el coche, que si fundita, que si embellecedores, yo te voy a mandar a la mierda en 3, 2, 1...

Son las nueve de la tarde, y tus ojos son del tamaño de la luna.


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