sábado, 13 de julio de 2013

La sustancia.




La clave para la vida social y familiar no es otra que los abrazos. Estos permiten el intercambio entre personas de cierta sustancia, la "sustancia" como se ha llamado a todas las sustancias cuya existencia se intuye necesaria pero que a la vez han sido imposibles de identificar. Es cierto que hay otras vías de transmisión, pero su complejidad las aparta del nivel de esta sencilla explicación.

Cuando un sujeto A aporta "sustancia" a un sujeto B mediante un abrazo, el valor total de "sustancia" en el segundo (B) aumenta, mientras que el dador sufre la pérdida de una parte de su reserva de "sustancia". Suponiendo que ambos individuos sean similares, el dador A será capaz de recuperar esta pérdida cuando el receptor B le propine un abrazo; los roles dador/aceptor son intercambiables y dicho intercambio es perfectamente funcional.

Sin embargo, si establecemos entre el sujeto A y el sujeto B un orden jerárquico, es decir, si los diferenciamos claramente y colocamos a uno por encima de otro para algún parámetro, se produce un fenómeno de diferenciación en la "sustancia", que adquiere distintas propiedades específicas en función de la dirección de su trayectoria. A pesar de mantener sus características esenciales, la "sustancia" pasa por un proceso de diferenciación, que complica el mencionado intercambio de roles. 

Por ejemplo, si suponemos que A>B, un abrazo de A a B proporcionará a B "sustancia" de tipo AB, mientras que si es B el dador, A recibirá "sustancia" BA. Un sujeto no puede recibir de vuelta la sustancia que ha proporcionado, es decir, A será incapaz de retener "sustancia" AB. Es importante aclarar que la "sustancia" implicada en un intercambio que no ha sido retenida por el destinatario, no se pierde en el medio, sino que vuelve al emisor.

Cada sujeto necesita no sólo "sustancia" de tipo inferior-superior, o superior-inferior; también es imprescindible para un correcto desarrollo de sus funciones "sustancia" de tipo superior-superior, para los superiores, e inferior-inferior, para los inferiores. Algunos estudios revelan que esta necesidad de "sustancia" homogénea es más acuciante en los individuos clasificados dentro de los grupos superiores.

Esta jerarquización es artificial, y a la vez instintiva en las sociedades humanas, que siempre han tendido a diferenciar distintos grupos en función de parámetros tan caprichosos como el nivel adquisitivo, la edad, el aspecto o las capacidades físicas e intelectuales. Todos estos rasgos pueden influir de un modo u otro en la calidad de la "sustancia", pero el principal de ellos, el que marca realmente la diferencia, es la relación de parentesco entre los individuos, siendo considerados superiores los progenitores e inferiores los vástagos. El lugar que un sujeto ocupa en la jerarquía no afecta, pues, a la calidad de la "sustancia" que contiene, pero sí que determina el camino que seguirá en el proceso de diversificación.

La diversificación de la "sustancia" es la clave de su importancia, ya que le permite cumplir funciones muy diferentes. La de tipo superior-inferior es la encargada de rellenar delicadamente ese hueco incómodo que deja en el pecho la congoja, nombre técnico para ese sentimiento que nos hace encogernos y que parece vaciarnos por dentro. La inferior-superior, entre otras tareas, tiene la de aumentar los niveles de autoestima y ego en sangre hasta las cifras saludables, aunque no influye en los excesos de estos parámetros.

Sólo con estos dos ejemplos se hace patente la trascendencia de la "sustancia" para nuestra vida diaria. Es importante, ciertamente, que el grueso de la población se haga eco de la misma, que la conciencia social tenga muy presente la necesidad de transmitir la "sustancia", de compartir la "sustancia", de amar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario