lunes, 9 de febrero de 2015

Ginoides IX, Desenlace.




Conocí un día a una chica delgada como un suspiro, e igual de tenue. En ocasiones tenía que mirar dos veces para asegurarme de que seguía allí.

Su esquela no daba detalles interesantes, no daba detalles en absoluto, así que me acerqué al portal de su piso del centro para darle a la portera algo de que hablar. Me contó que todo había sido repentino. Que nadie lo esperaba, que siempre saludaba en los rellanos, hasta que un día el olor a alcohol atravesó las paredes, se volvió insoportable, y unos cuantos vecinos echaron la puerta abajo. Los servicios de emergencias la sacaron en una camilla, mortaja de oro y hojalata, y se la llevaron de allí en silencio. Nadie lloró demasiado.

Los deberes sin hacer acaban convirtiéndose en piedras en mi riñón, por eso pongo punto final a esta historia. Si por mí fuera, aún seguiría en mi carpeta de "inacabados". Si por ella fuera…

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