viernes, 4 de septiembre de 2015

Una serie de obligaciones, V


Estoy perdido en un lugar oscuro, una gruta olvidad, una prisión solitaria y desde luego inmerecida. No sé cuánto llevo aquí, podrían ser días, podrían ser años, podrían ser siglos. Aunque conservase la cordura sería imposible llevar la cuenta. A veces la luz del sol consigue colarse por una grieta en lo alto de la sima, pero es breve y en seguida me deja de nuevo inmerso en una negrura que ciega todos mis sentidos.

No sé cómo llegué aquí. Los recuerdos anteriores están borrosos, incompletos. Me han arrebatado la memoria, y ahora sólo quedan vagas reminiscencias de un pasado que fue feliz, aunque complicado. No recuerdo detalles, pero sé que mi vida pendía de un hilo cada vez más frágil, pero yo me sentía completo y no le daba importancia. Supongo que el hilo acabó por romperse. Ahora estoy roto.

Se está abriendo la grieta ahora mismo, pero no entra la luz. Alguien o algo se aproxima, pasos de reptil que hacen vibrar las paredes. Son... son guardias, cinco guardias enormes, pálidos y de mirada ausente. Les grito, les increpo, pero no recibo más que silencio por respuesta. El más fornido, parece el líder, se aproxima, y de pronto me veo arrastrado hacia la luz, hacia un juicio en el que no podré probar mi inocencia, hacia la certeza de que nunca encontraré la mitad que he perdido.

 ¿Qué tengo en el bolsillo?

La joven extrajo con cuidado la mano del bolsillo más cercano al pecho de aquel abrigo que llevaba un tiempo sin ponerse. Al abrirse, sus dedos revelaron un botón, o lo que quedaba de él. Buena parte se había perdido tras partirse, las asperezas de la fractura aún palpables. No se había molestado en sustituirlo porque en realidad el abrigo podía cerrarse también con cremallera. Lo acarició distraídamente, se puso el abrigo, cerró la puerta y salió a la calle. Debería tirarlo, se dijo, es absurdo seguir guardándolo. Se acercó a una papelera pero no pudo soltar el botón. Suspiró, sabiendo que ese apego suyo a las cosas inútiles no le traería nada bueno. Lo devolvió al bolsillo del que lo había sacado, y pensó que en realidad tampoco era tan grave. Incluso resultaba interesante. Al fin y al cabo, no todo el mundo puede decir que lleva medio botón en el bolsillo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario