jueves, 8 de octubre de 2015

¿Cuándo prescribe lo escrito?




Vas en el autobús, solo, moviendo la cabeza de atrás hacia delante al ritmo de la música, lo que hace parecer una avestruz confusa o un egipcio con auriculares. Puedes llamarte Andrés, Pedro, o quizá incluso Julio, pero un sólo vistazo me deja claro que no eres para mí. Y sin embargo... sin embargo no puedo evitar fijarme en tus ojos claros y tu cuasi rapado pelo, y en la forma en la que sacas los labios hacia afuera en un gesto de concentración que combina con el balanceo de tu cabeza.

Pese a que mi interés por ti es casi exclusivamente patológico, trato por todos los medios de llamar tu atención. Tu música es molesta. Coloco mi libro en vertical, mostrando ostentosamente la portada, título, autor, fecha de edición, y hasta el color de las bragas de la protagonista. Mi mensaje es claro: "soy una chica culta, fascinante y misteriosa, que lee algo de lo que nunca has oído hablar, pero que tiene aspecto de ser sumamente interesante y complicado". Sorprendentemente, ese gancho nunca ha causado ninguna reacción.

Con movimientos pausados y absolutamente premeditados, pulso el botón que solicita la próxima parada. Muy lentamente bajo de mi asiento, me acerco a la puerta y me hago la temeraria sujetando el libro con una mano y mi cartera con otra, apoyando firmemente los pies en el suelo, y creyéndome una surfera a lomos del autobús. Casi salgo despedida cuando éste frena. Me apeo, me coloco mi bufanda, y me interno en la noche de Madrid.

Es tranquilizador saber que, casi seguramente, no volveré a verte nunca, nunca más.


9 de Octubre de 2013

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